Así que aquí traigo una reflexión:
Los mismos que nos están banderilleando y manteniendo a raya con la puya -perdón por el símil taurino

Son también los que están detrás del retraso en el florecimiento de la democracia en casi toda África, y por ende de sus guerras y de la miseria que causa la emigración masiva, esa que ningún país occidental es capaz de mirar de frente, disfrazándola de otras cosas. De ahí expresiones estúpidas como "efecto llamada", "caen en manos de las mafias", etc.
Y una de las pruebas la vimos en vivo y en directo cuando en la primavera árabe, en lugar de ayudar a quienes pedían democracia se ayudó a quienes ofrecían la salvación eterna a golpe de machete y lapidación. Entonces no parecía escandalizar a nadie que gobiernos occidentales y bien cristianos alimentaran a las bestezuelas islámicas que van creciendo y extendiéndose en forma de enemigo alternativo a los malisimos comunistas del este. Ahora se llaman Al Qaeda e ISIS, y la sustitución se gestó en Afghanistan en la década de los ochenta. Fruto de aquel amor entre la CIA y un tipo saudí llamado Bin Laden nació Al Qaeda, y, supongo que por partenogénesis, ha nacido ISIS en Siria tras años de apoyo occidental a "los rebeldes" opositores del cruel al-Asad, más amigo de Putin que de la Casa Blanca. Los viejos pecados arrojan largas sombras, como decía Agatha Christie citando no recuerdo a quién.
Pero esto no es más que una anécdota que explica los últimos 20-30 años. Si profundizamos un poco en quiénes basan su próspera economía en la explotación de las riquezas por toda África y lejano Oriente -y aún hoy en día en parte de Latinoamérica- la cosa viene de más lejos, incluso, que de la caída del imperio Otomano.
En fin, razones no nos faltan para echar a estos impresentables de los gobiernos occidentales, pero una de las que más cinismo revela por su parte es ese mensaje repetido hasta el aburrimiento de que nuestro bienestar está en peligro si caemos en el "idealismo" de pretender que es posible ayudar a los refugiados sin merma de nuestras propio bienestar social.
No solo es mentira, es que es la riqueza de sus amos la que estaría en peligro si empezamos a construir de una puñetera vez un planeta solidario, no nuestro bienestar, si sacamos del paraguas que ampara este término el consumismo. Casi 7000 millones de personas verían mejoradas sus condiciones de vida, mientras que el resto, ese "casi" no las verían alteradas, solo los saldos de sus cuentas ocultas y sus demás bienes se verían mermados, así como su poder para seguir jodiendo.
Parece evidente que, una vez tomada conciencia de la situación, no es suficiente con el deseo de hacerlo, hay que aprender cómo. Para eso lo primero que hace falta es voluntad.
Perdón, lo segundo. Lo primero es echar a los impresentables que ahora nos llevan justo en dirección contraria a la que queremos, en una dirección en la que en unas décadas esta discusión estará de más. Habremos, muy probablemente, agotado los recursos que nos mantienen con vida.
Ayudar hoy a los sirios, a los subsaharianos, a los orientales... a todos los que huyen de guerras y hambrunas, no solo es nuestra obligación -si queremos pensar que somos gente decente y no psicópatas-: es uno de los pasos que habremos de dar cuanto antes para empezar a enderezar el letal rumbo por el que nos llevan antes de que sea tarde. Entre otras cosas porque es, como estamos viendo estas semanas, uno de los medios de ir quitándoles poder haciendo lo que no quieren que se haga: gastar dinero público en algo no previsto e improductivo para ellos.
Improductivo y muy peligroso, entienden esto mucho mejor que nosotros.