Una inyección de moralina para reavivar la censura

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eduardo dd
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Una inyección de moralina para reavivar la censura

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Buen análisis.
Una inyección de moralina para reavivar la censura

¿Qué está pasando para que de repente unos titiriteros vayan a la cárcel, una concejala de Madrid sea juzgada por un delito contra los sentimientos religiosos y a algún tuitero se le quiera aplicar el código penal por considerar ofensivos sus chistes de mal gusto?

José Sanclemente -20/02/2016 - http://www.eldiario.es/zonacritica/inye ... 11358.html

No es que vivamos instalados en un cambio de los patrones de comunicación y manifestación, ni siquiera es que la "nueva política" esté revolucionando los parámetros culturales de nuestro país; no ha tenido tiempo para hacerlo. Entonces: ¿Qué está pasando para que de repente unos titiriteros vayan a la cárcel, una concejala de Madrid —por manifestarse a pecho descubierto en la capilla de una universidad—, sea juzgada por un delito contra los sentimientos religiosos y a algún tuitero se le quiera aplicar el código penal por considerar ofensivos sus chistes de mal gusto?

Algunas de estas expresiones de manifestación se llevaron a cabo hace varios años y sus procesos han sido reactivados ahora, otros son recientes, pero han recibido igual y contundente reacción por parte de la Fiscalía del Estado, las asociaciones y medios de comunicación más conservadores y, por supuesto, por el Gobierno popular en funciones.

Algunos interpretan esta fase de "salvación de la moral y las buenas costumbres" como una reacción de autodefensa del gobierno frente a la ola de corrupción que no cesa de batir sobre la playa del Partido Popular, atestada de chapapote contaminante.

Pero no parece razonable que se pretenda limpiar la mancha de la corrupción del océano popular con inyecciones de moralina aplicadas sobre los ciudadanos en el ejercicio de su libertad de expresión y manifestación. Sería cómo intentar curar el cáncer con aspirinas.

Más bien creo que se trata de un fenómeno de largo plazo que tiene intención de instalarse definitivamente. Es la reacción de urticaria más conservadora frente a la crítica que pretende remover las conciencias, ya de por sí revueltas, de muchos ciudadanos hartos de las secuelas que les ha dejado el manejo de la crisis y la corrupción por el Gobierno.

Saben que las inyecciones de moralina llegan a la piel de la censura, pero inmediatamente penetran en el músculo de la autocensura.

Nadie se atreverá a programar una obra de teatro que, aunque se haya representado decenas de veces en el pasado, sea susceptible de tipificar hoy en el código penal, aunque al final un juez imparcial no aprecie delito. Muchos se cuidarán de ir a pecho descubierto protestando por el uso eclesiástico de un lugar público y todos deberemos releer varias veces nuestros mensajes antes de lanzarlos a la red. Tenemos que ser más prudentes, menos ácidos y corrosivos, poco contestatarios y siempre respetuosos con el sistema con el que nos han dotado. Si queremos remover el sistema y cambiarlo atengámonos a las consecuencias. Hacerlo es más grave que un medio de comunicación mienta o que una televisión pública tergiverse la información. La manipulación informativa crece en nuestro país al tiempo que la moralina y la autocensura van penetrando lenta e inexorablemente en la libertad de expresión. Son tiempos de crisis.

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